domingo, 27 de junio de 2021

INVASIONES INGLESAS

Texto copiado de www.elhistoriador.com.ar del profesor Felipe Pigna
Ver nota Completa en el sitio oficial de Felipe Pigna



La noche del 24 de junio de 1806, el virrey Sobremonte asistía a la función teatral de la obra de Moratín El Sí de las niñas cuando recibió una comunicación del Comandante de Ensenada de Barragán, capitán de navío francés Santiago de Liniers, en la que le informaba que una flota de guerra inglesa se acercaba y que había disparado varios cañonazos sobre su posición.

A las 11 de la mañana del 25 los ingleses desembarcaron en Quilmes y en pocas horas ocuparon Buenos Aires.

Cuenta el inglés Gillespie que en la fonda de «Los Tres Reyes» ingleses y españoles cenaban en lugares separados y «una hermosa joven que servía a los dos grupos, miró fijamente a los españoles diciéndoles en un tono claro para que todos la oyeran: desearía, caballeros, que nos hubiesen informado más pronto de sus cobardes intenciones de rendir Buenos Aires, pues apostaría mi vida que, de haberlo sabido, las mujeres nos habríamos levantado unánimemente y rechazado a los ingleses a pedradas.»

El virrey Sobremonte huyó y trató de salvar los caudales públicos, pero estos serían finalmente capturados por los británicos. Dentro del mítico baúl podían contarse 1.291.323 pesos plata. Parte del botín se repartió entre la tropa. A los jefes de la expedición William Carr Beresford y Home Riggs Popham le correspondieron respectivamente 24.000 y 7.000 libras, el resto, más de un millón fue embarcado hacia Londres.

Beresford, en su primera proclama dice que la población de Buenos Aires está «cobijada bajo el honor, la generosidad y la humanidad del carácter británico«. Se apresuró a decretar la libertad de comercio y redujo los derechos de Aduana para los productos británicos. Comenzaron a visitarlo los obsecuentes de turno que, al enterarse de que el comandante inglés era muy goloso, llegaban al fuerte portando grandes fuentes de dulce de leche y de zapallo. Según se cuenta, Beresford, probablemente ignorando las costumbres del país, creía que el obsequio incluía el recipiente y se quedaba con las fuentes de plata y, encajonadas, las enviaba a Inglaterra. Muchos funcionarios acomodaticios pasaron por el fuerte a jurar fidelidad a su «Gloriosa Majestad».

Manuel Belgrano prefirió retirarse a su estancia de la Banda Oriental. Antes de irse pronunciará su famosa frase: «Queremos al viejo amo o a ninguno».

Los oficiales ingleses alternaban con las principales familias porteñas y se alojaban en sus casas, donde se sucedían las fiestas en homenaje a los invasores. Era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó del Pont, las Escalada, paseando por la alameda (actual Leandro .N. Alem), del brazo de los «herejes».

Pero la mayoría de la población, que era hostil a los invasores y estaba indignada por la ineptitud de las autoridades españolas, decidió prepararse para la resistencia. Aparecieron varios proyectos para acabar con los ingleses. Dos catalanes, Felipe Sentenach y Gerardo Esteve y Llach, propusieron volar el fuerte y todas las posiciones inglesas. Martín de Álzaga, fuerte comerciante monopolista al que perjudicaba como a nadie el libre cambio decretado por los ingleses, estaba dispuesto a financiar cualquier acción contra los invasores. Alquiló una quinta en Perdriel, cerca de Olivos que fue utilizada como campo de entrenamiento militar de las fuerzas de la resistencia.

El jefe del fuerte de la ensenada de Barragán, el marino francés Santiago de Liniers, se trasladó a Montevideo y organizó las tropas para reconquistar Buenos Aires. Santiago de Liniers y Bremond había nacido en La Vendée en 1753. Estudió en Malta donde fue honrado como caballero de la Orden Soberana. En 1775 se incorporó a la flota española durante la guerra con los argelinos y tras esta campaña llegó con Pedro de Cevallos al Río de la Plata. Años más tarde volvió temporariamente a Europa y se reincorporó a la marina española, ahora en lucha con los ingleses. En 1788 fue destinado nuevamente al Río de la Plata donde se casó con la hija del rico comerciante Martín de Sarratea.

Pocas semanas después del desembarco, Liniers y su gente obligaron a Beresford, tras haber perdido 300 de sus hombres, a rendirse el 12 de agosto de 1806.







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